jueves, 16 de enero de 2014

Hedoné

El solo hecho de saber que tenía su atención me bastaba. Me generaba lo suficiente como para arrancar. Para arrancarme a mí misma de ese estado de letargo sostenido que vino para quedarse desde hace algunos años, y al que ya no quería renovarle el contrato por falta de ganancias al final del ejercicio de soportarlo. 

Ese día me fui caminando a unos pocos centímetros del piso, los suficientes como para notarlos. Al decir verdad, no volví a pisar el suelo de todos los días anteriores, desde entonces. Le siguieron días más reales y otros menos, pero desde aquella tarde, todo entre nosotros se tornó surreal. Y para mí, un juego. Uno de esos divertidos, inocentes, profundamente pícaros.

Me retiré pensando en encontrarlo en el hall principal, saliendo del ascensor celeroso, ambicioso de mi boca, dispuesto a robarme el aliento,  a contenerme entera, a devorarme afanosamente, a sujetarme fuertemente por la espalda, como marcando una pauta. Lo imagine sudando en mi nuca su mano, y vibrando en mi garganta con sus suspiros –esa suerte de gemido que se anticipa tímidamente, sin estímulo suficiente que lo disimule como respuesta-. 

No podía esperar el encuentro. Ni dejar de fingir accidentes que nos devolvieran estratégicamente a el uno sobre el otro, obligándonos irrevocablemente a ceder a ciertos impulsos que se anunciaron solo con el fin de prohibirse políticamente a sí mismos.

No me importaba que fuera una iniciativa unilateral. Sus acciones me encendían, por no asumir que me calentaban lo suficiente como para negar cualquier pensamiento desentendido de prendas que materializara mis pulsiones.

Necesitaba eso. Y lo tenía. 

Los días se fueron sucediendo incasablemente, lleno de investigaciones, de tareas, de estímulos abiertos a la libre interpretación. Este hombre me estimuló a provocar todas las estructuras, las corporativas, las propias, las suyas. Él lo toco todo.

Sin comprometernos, a nosotros mismos y no al otro directamente, nos prometimos satisfacernos, quizás sin siquiera encontrarnos.

Hablamos como si pudiéramos usar las palabras para acariciarnos con picardía. Nos buscamos entre sonrisas desentendidas, y las miradas desatentas de un entorno que no se percata, y se nos ofrece cómplices. Con solo guiñarme un ojo, podía obligarme a recordar que su mirada siempre era atenta, persistente, constante, omnipresente, curiosa. Su tentación siempre asomaba por la ventana de la oficina, para visar que mi deseo no se desentendiera de lo que estábamos explorando. Del otro remotamente, y nosotros, de una forma intensa, sensual y profunda.

Alentándome a relatos privados, a reuniones intimas, y a prácticas superadoras, no obvia interrumpir mis pensamientos con sus frases posesivas, que me encantaron desde un comienzo. Que sea suya, que no gusta compartirme, que me quiere solo para sí, que me quiere con el…. Que me quiere en él, o que se quiere en mí, solo bastaría para desvanecer el relato y, con las letras abandonas y las expresiones inenarrables, perderme de toda conciencia en el juego que entre gestos propongan.

Sucederá, lo sé. Creo firmemente en una razón superada por el instinto. Y en mi pulsión deseducada que se ofrece a cualquier perturbación hecha a la medida de mi Hedoné.  Es mi fantasía con pretensión de realidad. Solo ruego que me rete a consumarse…

.:Cosmo Vision:. © 2008 | Coded by Randomness | Illustration by Wai | Design by betterinpink!